¿Se han imaginado alguna vez cómo sería Potosí sin su Casa de Moneda? Pensar en la Villa Imperial si su impresionante monumento arquitectónico es casi imposible, pues sería tanto como imaginársela sin su Cerro Rico. El edificio está tan vinculado a la ciudad que no se puede pensar en una sin el otro y, aunque parezca difícil de creer, estuvo a punto de desaparecer, un mal día de 1813.
El episodio es bastante conocido y está vinculado a Manuel Belgrano. Al abandonar la ciudad, prácticamente huyendo tras las derrotas de Vilcapugio (1 de octubre) y Ayohuma (14 de noviembre), el general rioplatense dio la orden de volar la Casa de Moneda, con el aparente propósito de que deje de servir como una fortaleza para los ejércitos en pugna. El detalle del intento, y de cómo fue frustrado por la intervención de los potosinos y un oficial mendocino apellidado Anglada, se encuentra en las “Memorias póstumas del brigadier general José María Paz”, publicadas por primera vez en 1855.
Paz era el lugarteniente de Belgrano, así que no solo sabía lo que estaba pasando con el ejército que Belgrano encabezó para ingresar a Charcas, sino que conocía sus intenciones, incluso aquellas estratégicas. Pese a eso, tuvo buen cuidado de no detallar en sus memorias las razones que tuvo Belgrano para dar una orden tan bárbara.
Se puede decir que era estrategia militar, porque la Casa de Moneda no solo era la caja fuerte de los virreinatos a los que perteneció, sino una extraordinaria fortaleza de piedra, con una superficie de 7.570 metros cuadrados y cerca de 15.000 metros cuadrados construidos, que fácilmente podía utilizarse como cuartel o cárcel, pero el detalle es que ningún otro soldado tuvo la misma idea en ese convulso periodo que conocemos como Guerra de la Independencia.
El detalle fue recordado el jueves recién pasado, en una recreación desarrollada en los patios del monumental edificio, y en el conversatorio realizado al día siguiente, conmemorando los 249 años de la inauguración del edificio, en un día como hoy, 31 de julio, pero de 1773.
Y es que Belgrano no fue el único combatiente que tuvo a la Casa de Moneda entre sus miras. Apenas comenzada la guerra, sus subterráneos, convenientemente cerrados con rejas, sirvieron de cárcel y, claro está, cada ejército que ingresaba a Potosí, se alojaba en él, no solo para usarlo como cuartel, sino con el fin de apoderarse de sus caudales.
Parece cuentos de guerra, pero es la cruda verdad. Los saqueos han quedado documentados en papeles dispersos, los que pudieron salvarse de la destrucción. Entre estos se encuentran los anales anónimos de Potosí que son conservados en el Archivo Histórico de la misma ceca.
El que contiene la información al respecto es el empastado número 5, que vendría a ser el segundo tomo de los anales, y que cubre el periodo 1722-1834. En estos se puede encontrar referencias a por lo menos cinco saqueos y el de Belgrano es apenas una mención.
Este es un punteo de esos saqueos:
1811
24 de agosto.- A tiempo de terminar de desocupar la Villa Imperial, huyendo de los sucesos de días anteriores, en los que los potosinos masacraron a los porteños de Juan José Castelli, su lugarteniente, Juan Martín Puerreydón ordena llevarse en mulas los caudales de la Casa de Moneda. El cronista anónimo de los anales registra su salida por la calle de las mantas, hoy Linares, y estima que se llevó un millón de pesos.
1813
28 de febrero.- Al retirarse de Potosí, enterado de la marcha del ejército liderado por Belgrano, José Manuel Goyeneche ordena llevarse los caudales de la Casa de Moneda, Cajas Reales, Banco de San Carlos, además de los recursos de las monjas carmelitas, las mónicas y particulares.
19 de noviembre.- Aunque la historia oficial consigna el 18 de noviembre, los anales señalan que fue el 19 cuando Belgrano y Diaz Velez salieron huyendo con su ejército de Potosí. El cronista no habla del saqueo de los rioplatenses, sino del que, aprovechando el pánico, habría ejecutado el alcalde de segundo voto José Antonio Téllez, que huyó con su familia llevándose 80 cajones de plata. El saqueo de Belgrano está en las memorias de José María Paz.
1815
25 y 26 de abril.- En su retirada, el ejército real se lleva una gran cantidad de caudales, en mulas que hacían fila desde la plaza del Regocijo hasta Cantumarca. Las herramientas de acuñación fueron escondidas en los sótanos de la Casa de Moneda. Este saqueo es atribuido a Joaquín de la Pezuela, a la sazón virrey del Perú.
1825
28 de marzo.- Las tropas encabezadas por el general realista Pedro Antonio de Olañeta, autoproclamado virrey del Río de la Plata, se llevan los caudales de la Casa de Moneda, Cajas Reales y el Banco de San Carlos, pero son detenidas, y derrotadas en Tumusla, el 1 de abril de ese año. Se desconoce lo que pasó con los caudales saqueados.
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