
¿Cómo cuentan los chilenos la muerte de Eduardo Avaroa?
En el libro titulado “Historia de la Campaña de Tarapacá, el historiador Benjamín Vicuña Mackenna, que era prácticamente el vocero del gobierno chileno durante la Guerra del Pacífico, refiere hasta tres versiones, dos en pie de página y una en el texto central. Lo curioso de esta última es que señala que el héroe del Topáter no murió acribillado, sino atravesado por una espada.
Gustavo Rodríguez Ostria refirió que “el 23 de marzo de 1879 se enfrentaron en el poblado y oasis de Calama a una pequeña pero aguerrida columna 135 hombres al mando de Ladislao Cabrera y Eduardo Abaroa. Una parte eran pobladores de Calama y el resto procedían de Antofagasta, Chiu Chiu, Cobija y Tocopilla, de donde también llegó pólvora y algunas armas. La numerosa y bien pertrechada tropa chilena impuso finalmente el peso de su mayor número y mejor armamento para vencerlos”.
Como se ve, esta versión reciente no habla de la intimación a rendirse ni de la respuesta de Avaroa, cuyo apellido escribe con “b”.
En su tomo I, Vicuña también refiere la muerte de Avaroa, con “v”, sin hablar del pedido de rendición y con una variante: el héroe boliviano no murió acribillado a balazos, sino atravesado por una espada.
Esta es la versión chilena sobre ese episodio:
“El doctor Cabrera que mandaba en jefe, acompañado de otros tres doctores i de media docena de coroneles, entre los que figuraba el desairado prefecto Zapata, no había apostado, entretanto, su asendereada pero valerosa tropa, en los vados del río, como nuestros jefes supusieron i lo asentaron en sus partes oficiales, sin que con tacto superior al de un letrado, agrupó a toda su columna en el camino que conduce a Chiuchiu, i a cierta altura que le permitía dominar los puntos vulnerables del ataque enemigo. De suerte que cuando vio aproximarse al vado de Topáter la avanzada del alférez Quesada, hacia las seis de la mañana, ordenó a un valerosísimo mozo, natural de Calama, casado en ella en venturoso hogar, llamado Eduardo Avaroa, descender al paso encubierto por la enramada, i allí recibió el último a fusilazos a los chilenos desapercibidos.
“En obedecimiento a sus instrucciones, Quesada volvió bridas con presteza, cual cumplía a su deber militar, sin perder un solo hombre, a causa de las punterías de reclutas de los rifleros bolivianos. I fue entonces, o poco más tarde, cuando el intrépido Avaroa pasó el angosto río por una viga i con doce hombres hízose fuerte. No quiso el taimado calameño desamparar aquel puesto confiado a su honor, i allí cayó peleando como león acuadrillado, hasta que el hijo de Carlos Roberto Sopuper le atravesó con su espada. Sobre su heroico cadáver i su memoria digna de ser guardada por los suyos, levantóse más tarde el cuerpo de bolivianos del Litoral que se llamó Vengadores de Avaroa”.
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