
Después de tres jornadas, el Atlético de Madrid reencontró la victoria y el rumbo en la Liga frente al Granada, de nuevo agarrado a sus dos valores más indudables en el presente: el argentino Ángel Correa, goleador de nuevo, y el esloveno Jan Oblak, salvador una vez más para retener otro triunfo.
Desde el 1-0 del atacante, fruto de la presión tremenda con la que abordó el conjunto madrileño los primeros diez minutos, a la intervención definitiva del portero, cuando se sentía al filo del empate, también en el único remate entre los tres palos de su adversario.
El inicio fue lo mejor de su partido. Agotado todo el margen, ante su situación más incierta en todos los años de la era Simeone para alcanzar la Liga de Campeones, no sirven los términos medios para el Atlético, tan necesitado de tantas cosas, pero sobre todo de victorias, que recuperó una de sus señas más reconocibles de tiempo pasados: la potente puesta en escena, mientras encuentra otras muchas cualidades, mucha más destreza y, en suma, mucho más fútbol.