
El partido de la vuelta de la final de la Copa Libertadores entre River Plate y Boca Juniors, que se pospuso del sábado 24 para ayer domingo 25 por la agresión al autobús del Xeneize volvió a postergarse con fecha indefinida, porque tuvo como protagonista excluyente a la violencia, que una vez más estuvo presente en el fútbol argentino.
Argentina, y el fútbol mundial en general, aún se pregunta perplejo cómo lo que comenzó como "la final del Siglo", que tuvo un espectacular primer episodio hace dos semanas en "La Bombonera" (2-2), derivó en una situación bochornosa, que sacó a la luz lo peor de una rivalidad mal entendida.
Lo que comenzó como una fiesta pudo terminar en tragedia.
Cientos de miles de hinchas de River Plate aguardaban el sábado a las 13:00 horas, cuatro horas antes del pitido inicial, la apertura de puertas del Monumental.
Los simpatizantes entraban entre cánticos de aliento y alegría, pero todo cambió cerca de las 15:30, cuando el autobús con los jugadores de Boca Juniors fue llevado por una esquina en la que había miles de hinchas de River Plate, muchos de los cuales rompieron los vidrios con piedras y botellas.