La Semana Santa constituye uno de los principales hitos del calendario litúrgico. Es, sin duda alguna, el más importante de todos, como corresponde a la conmemoración de la Pasión, Muerte y Resurrección del Señor, o sea al núcleo mismo de la fe cristiana. En consecuencia, es importante reconocer una larga trayectoria histórica, así como una llamativa implicación social, incluso popular, sobre todo a través de las cofradías y procesiones.
El arte y su vinculo con la Semana Santa
Por eso mismo no es de extrañarse que sea uno de los fenómenos religiosos que más se han enraizado en la vida social y sus costumbres y que, en función de ello, tenga, además de su prioritario carácter religioso, toda una serie de valores históricos y culturales. Y como expresión de todos estos aspectos, tampoco extraña que el arte haya jugado un papel capital, tal que cabe señalar como capítulo fundamental de la Historia del Arte ese arte vinculado a la Semana Santa; un capítulo rico en sus manifestaciones, que destaca por su volumen, pero, sobre todo, por unas oportunas respuestas y por una especificidad que ciertamente distingue sus realizaciones dentro del conjunto del arte religioso. En suma, resulta más que oportuno referirse a un arte propio de la Semana Santa, al tiempo que conviene resaltar su propio peso específico a través de la Historia, en particular a partir del siglo XVI, y también en la actualidad. Este espléndido panorama del arte de la Semana Santa adquiere toda su dimensión cuando se contempla en su totalidad.
Arte Litúrgico
Está claro que este arte litúrgico representa un conjunto de particular importancia con obras peculiares y de gran riqueza artística, incluso con una especial presencia de la platería, fundamentalmente como signo y expresión de las principales ceremonias relacionadas con el Jueves Santo, en consonancia con las circunstancias de este día clave de la Semana Santa y de su idiosincrasia. Y, ciertamente, contribuye a enriquecer y completar el panorama del arte de la Semana Santa.
Este, a pesar de esa significación del arte litúrgico, tiende a identificarse con el arte vinculado a las cofradías, sus cultos y procesiones, que en verdad constituye la más reconocida manifestación del mismo, incluso el canal preferente por donde sigue desarrollándose en los últimos tiempos, al compás del propio auge de la Semana Santa y de sus cofradías. Es obvio, por tanto, que debe reconocerse el valor de este otro arte de la Semana Santa; más aún, se le debe prestar la mayor atención, pues resulta clave para comprender mucho de la riqueza de significados que entraña la propia Semana Santa y con frecuencia se convierte en su más idónea expresión. Además, una larga trayectoria histórica viene a avalar lo dicho.
La particular devoción suscitada por los dramáticos misterios y pasos de la Semana Santa es razón suficiente para comprender la importancia adquirida por la imaginería, pues en ella se encuentra una adecuada representación y actualización de los acontecimientos de la Pasión y de sus protagonistas, favorecida por sus propias circunstancias artísticas de corporeidad y realidad.
Objeto prioritario del culto
Sólo puede decirse que esta imaginería es protagonista fundamental del arte de la Semana Santa y verdadero epicentro del mismo, como objeto prioritario del culto y de la veneración; hasta el extremo de girar y justificarse todo lo demás en torno a ella. Más aún, la celebración de la Semana Santa se ha configurado contando con ella, de modo que frecuentemente su propia historia va marcando hitos significativos de la historia misma de la Semana Santa.
Patrimonio artístico
Así pues, las cofradías siempre se han empeñado en tener la oportuna imaginería, como principal insignia de ellas y como elemento preferente e imprescindible de su patrimonio religioso y artístico. Pero, además de esta circunstancia, su relevancia se incrementa por su propia categoría artística y con ella la categoría de los imagineros, frecuentemente maestros de primera fila, como los afamados pintores Melchor Pérez de Holguín, Biti, Medoro, representando obras de las 14 estaciones de Jesucristo, así mismo de los escultores como Gaspar de la Cueva, representado obras como Ecce Homo, el Cristo de la Columna, el Cristo Crucificado, entre otros. De la misma manera se presentaban obras como el Cristo de las Caídas, la Virgen Dolorosa, Santo Sepulcro, para que sean sacados en las procesiones por sus respectivas cofradías.
Incluso en la propia imaginería se encuentra una de las principales contribuciones al esplendor y apogeo del arte de la Semana Santa en los últimos tiempos, de suerte que parece revivirse en pleno siglo XVI la gloriosa época del Barroco y no sólo por lo que representa el volumen de obra sino también por la pervivencia de sus modelos y referencias, que aún en la actualidad suelen verse como la mejor expresión de la imagen devocional de Semana Santa.
Por todo ello, no extraña que la imaginería sea contemplada como la más genuina manifestación del arte de la Semana Santa o la que más lo identifica; y, en consecuencia, uno de los capítulos que más se ha atendido y estudiado.
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