
Cuatro meses después de su aprobación, la reforma laboral brasileña entró ayer en vigor aún en medio de protestas de los trabajadores, que dicen haber perdido derechos, y conmemoraciones de las patronales, que la consideran un nuevo marco que elevará la competitividad y reducirá el desempleo.
Fue combatida por los sindicatos desde que fue presentada el año pasado por el Gobierno del presidente Michel Temer como una herramienta para modernizar la legislación laboral de 1943.