
Dos paradas decisivas de Thibaut Courtois en el primer acto y una de Jan Oblak en el segundo, convirtieron en un derbi de porteros y sin pegada el duelo entre un Real Madrid que añora un 9 goleador y un Atlético de Madrid que exhibió sin premio sus virtudes de inicio antes de desaparecer.
La pasión del mejor derbi del mundo no se tradujo en espectáculo. Se rebaja a duelos tácticos donde se juega a lo que desea Simeone, dominador en Liga del Santiago Bernabéu -seis torneos seguidos sin perder- con planteamientos que anulan a buena parte de las individualidades de su rival, hasta que Julen Lopetegui respondió con un giro por unas molestias de Bale.
Alejado de antiguos sufrimientos y con la confianza que le genera un dominio reciente en casa del eterno enemigo, Atlético salió sin complejos a por el RealMadrid. Sin apuros para anular al tridente ofensivo madridista, que se reducía al ímpetu de Gareth Bale, encontró en Lemar un futbolista clave para generar desequilibrio.