Durante este sábado, las familias que armaron una “tumba” o altar funerario para recibir al alma de un difunto reciente, procederán al desarmado, en el marco de una actividad que se conoce como “qaraku”.
En esta ciudad, la Festividad de Todos los Santos y los Fieles Difuntos comienza el 1 y termina el 3 de noviembre. Durante esos días, existen actividades que tienen como objetivo recibir al alma de los difuntos, pasar tiempo con estas y, luego, despedirlas hasta el próximo año.
Son tres días, lo que diferencia a esta festividad de la forma de celebración en otros lugares, incluso del Departamento de Potosí, donde también se arma “tumbas”, pero no el 1, sino el 2 de noviembre, que es el día que el santoral católico asigna a los Fieles Difuntos. Esta razón determinó los tres días: la creencia, todavía vigente de que Todos los Santos y los Fieles Difuntos son una sola festividad.
En la Villa Imperial, la festividad comienza el 1 de noviembre, día de Todos los Santos, cuando se arma la “tumba”, antes del mediodía, y luego esta es visitada por gente que acude hasta el domicilio para rezar por el alma del difunto.
Las investigadoras Shirley Cruz y Erika Flores refirieron, por separado, que el segundo día, denominado “qaraku” es cuando se desarma la tumba, tomando todos sus elementos para repartirlos entre los asistentes. Se elige un padrino al que se entrega la “t’anta wawa”, que simboliza al difunto, pero, para efectos de esta tradición asume el papel de bebé o recién nacido. En este día se practica varios juegos, especialmente de rol, ya que se escenifica matrimonios en broma, bautizos y últimamente se introdujo la teatralización de los divorcios. También se juega con maíz inflado, que los asistentes introducen a la boca y hasta a la ropa de los otros.
El tercer día es denominado “almacacharpaya”, o despedida del alma. Esta parte de la fiesta corre a cargo del padrino nombrado el día anterior, que lleva los elementos necesarios para una fiesta, “según su cariño”. Si ya pasaron meses o un año del fallecimiento, los dolientes se quitan el luto definitivamente, pero, si el muerto es reciente, se viste ropa de color solo por ese día, y luego se vuelve a vestir luto. En este tercer día se baila y juega para despedir al alma con alegría. Hay varios juegos, pero en la ciudad los más comunes son el del sapo, que consiste en arrojar tejos a una estructura con ranuras valoradas y el de la “t’oqola’ que se practica arrojando monedas al orificio de un adobe. El compadrazgo que surge de esta fiesta es considerado con tanto valor como el que surge de los sacramentos de la Iglesia Católica.
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