Textos: Evelyn Campos
Fotos: Vladimir Equice/EMAP
La Entidad Municipal de Aseo Potosí (EMAP) tiene una trabajadora que es la única mujer entre los hombres, cumpliendo un trabajo durísimo que demanda de mucha fuerza física y resistencia. Es una madre que saca adelante a su hija y su nieta.
Susana Ríos Vera (45 años) es la protagonista de esta historia. Nació en Potosí, quedó huérfana de ambos padres hace años y es la menor de cuatro hermanas.
Es madre de una hija de 20 años y abuela de una niña de diez meses de edad. No es una mujer común, pues trabaja desde hace más de 15 años en EMAP.
Relata a ECOS que los primeros 12 meses trabajó como barredora y después le cambiaron de área para que recoja basura domiciliaria y los restos que acopian las barredoras de la empresa.
Prefiere trabajar en las noches
Asegura que trabaja en dos turnos: por la noche, de lunes a domingo y durante el día de lunes a sábado, permanece un mes en cada turno. Prefiere hacer los turnos de noche para estar con su familia más tiempo.
Cuando está de “nochera” (turno noche), el trabajo inicia a las 23:00. Usa un buzo con un overol encima, canguro y chaleco. Dice que “corretear” le mantiene caliente.
Primero pijcha coca con sus compañeros durante una hora, para aguantar el sueño; luego arranca la dura jornada de trabajo que dura hasta las 6:00; es decir, hasta acabar de recoger la basura de la ruta establecida.
Toda la noche tiene que recolectar la basura de las casas. Esta tarea le exige estar en forma, pues requiere de rapidez y fuerza física, ya que debe levantar pesos considerables de desechos orgánicos y no orgánicos.
Se acostumbró obligada
Es la única mujer de la empresa en ejercer ese trabajo, lo hace a la par de un varón, que supera en fuerza física a una mujer. Inició esa actividad con otra mujer, pero esta no aguantó el ritmo y abandonó ese trabajo, relata Susana.
El recorrido inicia en la parte alta de la ciudad, sigue por la calle Litoral, el cuartel, la escuela Simeón Roncal, la plazuela de los perros, por la Cañada Strongest, la zona artesanal, las calles Oruro y La Paz, el Parque Bolívar, la plazuela Avaroa, la plaza, San Benito, Cuarto Centenario, el Triángulo y otras.
“Es más sacrificado que el barrido de calles porque las bañeritas (contenedores donde recogen y colocan la basura) son grandes y hay que recoger harta basura de las esquinas. Ya me he acostumbrado, son 15 años ya que estoy en esto”, manifiesta la mujer.
Confiesa que a un principio le costó acostumbrarse al nivel y ritmo del trabajo de sus compañeros. Dice que muchas veces se hacía reñir porque “se hacía vencer con la bañera”, pero fue aprendiendo y ahora hace exactamente lo mismo que ellos.
Se llevan bien con todos. “Mi trabajo es como mi segundo hogar: estamos juntos todo el día, reímos, nos reñimos, nos enojamos, somos como hermanos, como familia”, sostiene.
Estos años sacó adelante con su trabajo a su única hija que actualmente comienza a estudiar la carrera de Enfermería.
Sufrió cuatro accidentes
Sin embargo, en estos 15 años de trabajo en EMAP no todo fue llano para Susana, pues sufrió cuatro accidentes.
El primero pasó cuando retornaban con el camión de la empresa del relleno sanitario. Estaban en la carretera Sucre - Potosí y un vehículo les golpeó por atrás y les hizo girar. Dice que fue con suerte porque no les pasó nada.
Después, se hizo agarrar la mano con la prensa del carro basurero, por cuidar que la gente no se acerque mucho.
En otra oportunidad, cuando iba en la volqueta de la empresa, esta se volcó. Asimismo, tuvo otro percance cuando un taxista que conducía en estado de ebriedad le chocó de frente y le hizo “volar”. La bañera le ayudó a amortiguar en algo el golpe, aun así, se maltrató la espalda.
También tuvo cortaduras con objetos punzocortantes, cuando recogía la basura, pues la gente no sabe deshacerse correctamente de los desechos peligrosos, no los envuelve con cartones para evitar que el personal de EMAP salga lastimado.
“La gente no hace caso, muchos salen a botar la basura a las dos o tres de la mañana, cuando ya pasamos con el carro. Cuando retornamos por ese lugar vemos otra vez basura, es como si no hubiésemos recogido. Otro problema son los perros que deshacen las bolsas de basura. Dejamos limpio, pero al día siguiente volvemos a encontrar”, protesta la trabajadora.
Cuenta que la gente a veces bota a la basura animales vivos, como perros y gatos, a los que llevan a Zoonosis. Dice que incluso en dos oportunidades encontraron en medio de los desechos a dos recién nacidos que fueron entregados a las autoridades para que investiguen quiénes fueron las madres que los abandonaron.
Así, contra viento y marea, transcurre la vida de Susana, una mujer que salió adelante sola con una hija. “No es necesario siempre tener una pareja. Se puede sola. Yo me he hecho mi casita, vivo tranquila, no me falta nada, lo único que le pido a Dios es más salud. Quiero decirle a la gente que tome más conciencia en el momento de botar la basura, que tengan un poco más de consideración con nosotros”, manifiesta esta valiente trabajadora.
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