“La humanidad recordará el 4 de noviembre de 2016 como el día en que los países levantaron una barrera ante los inevitables desastres del cambio climático, y como el día en que comenzaron con determinación a caminar hacia un futuro sostenible". Con esas palabras, la nueva Secretaria Ejecutiva de la Convención Marco de Naciones Unidas sobre Cambio Climático (Cmnucc) dio el pasado viernes la bienvenida a la decisión de los países más desarrollados del mundo de poner en vigencia el Acuerdo de París.
Hace dos meses, cuando en el marco de la Cubre del G-20 en la ciudad china de Hangzhou el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, informó que había pactado con Xi Jinping, presidente de China, levantar simultáneamente sus objeciones a aspectos medulares del Acuerdo de París, se refirió en términos muy similares. "Algún día veremos esto como el momento en que finalmente decidimos salvar nuestro planeta", dijo.
Obama no se equivocaba ni exageraba al atribuir tal importancia al acuerdo alcanzado con Jinping pues Estados Unidos y China habían sido hasta entonces los dos países que más se resistieron a comprometerse con el Acuerdo de París. Enorme obstáculo pues, además de ser los principales emisores de gases causantes del cambio climático, sus resistencias impedían que otros países, como los miembros de la Unión Europea (UE), asumieran ese compromiso.
En efecto, como lo previó Obama, un mes después del pacto entre EE.UU. y China, el 5 de octubre pasado, la UE hizo entrega de los documentos de ratificación del Acuerdo en la sede de la ONU. Hasta ese momento, los 61 países que ya lo habían ratificado sumaban sólo el 47.7 % de las emanaciones globales, lo que impedía poner en marcha el instrumento legal.