
El papa Francisco viaja este jueves a la lejana y despoblada Mongolia, en la que será la primera visita de un pontífice, para llevar esperanza a la pequeña comunidad católica, de cerca 1.400 fieles, y donde acudirán también católicos chinos y rusos debido a la cercanía de sus países, lo que hace que esta visita cobre importancia a nivel geopolítico.
Es su 43 viaje internacional y uno de los más alejados de Roma para visitar una Iglesia católica que prácticamente nació con la caída del comunismo en 1992 y que cuenta con unos 1.400 bautizados, que representan el 0,04 % de la población.
El pontífice quiere como en otros viajes que ha realizado a países donde los católicos son una minoría conseguir amplificar el diálogo interreligioso y para ello presidirá un evento en el Teatro Hun con representantes del chamanismo, el sintoísmo, el budismo, el islam, el judaísmo, el hinduismo y otras confesiones.