Rusia reconoció ayer, lunes, que al menos 63 de sus solados murieron en un bombardeo ucraniano contra una localidad controlada por Moscú en el este de Ucrania, tras un sangriento fin de semana para ambos bandos en el conflicto.
El ejército ruso –que rara vez divulga sus bajas– nunca había informado de tantas pérdidas en un solo ataque desde el inicio de la invasión de Ucrania el 24 de febrero.
El Ministerio ruso de Defensa precisó que el bombardeo “con cuatro misiles” tuvo lugar en la localidad de Makiivka, ocupada por Rusia en la región oriental de Donetsk, y que golpeó “un centro de despliegue temporal” del ejército.
No precisó la fecha exacta, pero dijo que se trató de un ataque con lanzacohetes Himars, un tipo de arma entregada por Estados Unidos a Ucrania.