
Por primera vez desde 2009, el Dakar no se correrá en Sudamérica y abrirá una nueva era en Arabia Saudita, que con sus petrodólares le arrebató la carrera gracias a una oferta casi imposible de igualar por una América llena de incertidumbres y convulsionada por una ola de protestas sociales.
A pesar de las críticas por ir a un país con acusaciones de falta de derechos humanos, el acuerdo entre Arabia Saudita y la Amaury Sport Organisation (ASO), empresa francesa organizadora de la carrera, se concretó rápidamente porque cada parte encontró en la otra lo que estaba buscando.
Por un lado Arabia atraerá la atención internacional con la mayor competición de motor después de la Fórmula 1, y por otro la ASO se garantiza el futuro de la carrera por los próximos cinco años que ha firmado estar en ese país.
En su voracidad por acoger grandes acontecimientos deportivos que mejoren su imagen exterior, el país árabe sedujo al rally cuando a sus organizadores se les hacía más complicado seguir en Sudamérica.