
La selección española se tomó la revancha de la goleada del último precedente en Buenos Aires, pasando por encima de la actual subcampeona del mundo, una Argentina que añoró a su líder Leo Messi, obligó a la Roja a pisar nuevos registros en los que desató su pegada con Isco magistral.
La última vez que España recibió a Argentina, para celebrar su centenario, lo hacía en pleno éxtasis camino de un Mundial que conquistó. Las sensaciones que deja un nuevo reencuentro invitan al optimismo, con una afición que rebosa ilusión orgullosa de su selección. Recuperado el ansia por ganar, en una racha sin fin invicta con Julen Lopetegui, cambia de registro según le exige el duelo sin perder eficacia.
Ante una selección de tanto sentimiento y casta como Argentina no existen amistosos si no guerras deportivas. Provocó que España se alejase por momentos de sus señas de identidad, rebajase su posesión pero no su pegada con un fútbol más directo. La aparición en el once de dos jugadores como Marco Asensio y Diego Costa daban paso a nuevas variantes. Con las carreras elegantes de Asensio y un 9 menos asociativo pero listo para marcar en la que tuviese.