Con motivo del Día Internacional del Trabajo, El Potosí digital le presente, a partir de hoy, con carácter eventual, artículos sobre temas historiográficos, literarios y culturales como parte de la que hemos denominado Biblioteca Digital de El Potosí.
En una primera entrega le ofrecemos un artículo de autoría colectiva del cual presentamos, inicialmente, un resumen.
El PDF descargable, y la revsión revista, están más abajo.
Potosí: de virus, pestes, santos y milagros
Autores:
Juan José Toro Montoya
Daniel Bernardo Oropeza Alba
Laura Paz Leaño España
Por haber sido una de las ciudades más pobladas e importantes del periodo virreinal, la Villa Imperial de Potosí estuvo expuesta a una serie de enfermedades de afectación colectiva que hoy conocemos como virus pero en el pasado tenían un nombre más estremecedor: pestes.
Y es que, como la ciudad surgió de manera tan sorpresiva y carente de toda planificación urbana, en sus primeros años no tuvo buenos servicios de limpieza así que el desaseo de sus calles fue un problema que se extendió incluso hasta el siglo XVIII. Eso es, por lo menos, lo que dice Pedro Vicente Cañete y Domínguez en la famosa Guía que escribió para el rey Carlos IV: “Como fue tan numerosa esta población a principios del siglo pasado, con la circunstancia de ser indios los más de sus habitantes, sucede ahora que con la decadencia del mineral y la minoración de la mita, apenas ha quedado reducida a una sexta parte del número de sus antiguos pobladores”.
Pero… ¿qué pasó los dos siglos anteriores? El mismo Cañete refiere que el primer hospital fue fundado el año 1555; es decir, apenas diez años después de establecido el poblado y se lo hizo expresamente “para curación y socorro de los indios”.
Entonces, si bien la sanidad era un problema, la salud era atendida conforme correspondía a una ciudad que para el censo de 1573 tenía 120.000 habitantes, incluida la mayoritaria población indígena aunque, según los datos de fray Diego de Ocaña, los indios eran más numerosos que los que se declaraba a los censores.
Pero aunque Cañete es puntilloso con sus observaciones sobre la higiene, casi no usa la palabra enfermedad y mucho menos el nombre “peste”.
Quien sí lo hace es el inefable Bartolomé Arzáns.
NIEVES Y BIENES
Corría el año 1557 y el frío torturaba a los habitantes de Potosí. “A principios del mes de agosto comenzó a nublarse el cielo y se continuó por espacio de tres días amenazando con ellos alguna temerosa nevada de las que en otras ocasiones habían caído con notable daño de los vecinos”, escribió el cronista mayor de la Villa Imperial.
Y la nevada cayó. Y Arzáns apuntó que “después de esta rigurosa nevada les sobrevino a todos los moradores de esta Villa una cruelísima peste de catarro y toses de que murieron muchos”.
Pero esa “peste” y su mortandad tuvieron una compensación: “Pasados 10 días después de esta nevada, se descubrieron en el rico Cerro dos vetas caudalosas de plata, que llamaron veta del Estaño y veta del Corpus Christi, que fueron riquísimas y de las cinco vetas principales y antiguas de este Cerro”. Arzáns agrega que tanto gozo causaron esos descubrimientos que los vecinos decían que “si tras las nieves han de venirnos estos bienes, caigan del cielo en crecidos copos cada día”, Y aún más: ahí estaría el origen del dicho “Año de nieves, año de bienes”.
Aquí tiene la versión descargable:
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