"¡Hay un apagón!": en las ciudades libias, barrios enteros quedan sumidos en la oscuridad todos los días como consecuencia de cortes de electricidad sorpresivos. Algo recurrente desde hace una década, y que no se ha resuelto pese a una mejora de la situación política.
Los escaparates de tiendas se suceden, compitiendo en promociones para atraer clientes. Baratijas, 'prêt-à-porter', falsos grandes logos de conocidos restaurantes de comida rápida. A lo largo de la comercial avenida tripolitana Gargaresh, hay tantos comercios como generadores eléctricos sobre la acera.
Cuando hay cortes eléctricos, o sea, varias veces durante unas doce horas diarias en verano, un guirigay ininterrumpido se apodera de la ciudad, que vibra con los bramidos de los equipos electrógenos. El humo, entre acre y grisáceo que exhalan, invade las calles.
Al anochecer, barrios enteros se sumen en las tinieblas.
"A veces es por el 'blackout'", suspira Sufiane Zerkani, farmacéutica de 23 años, visiblemente desbordada. La electricidad es una "necesidad esencial que el Estado debería garantizar", prosigue.
- "Nada ha cambiado" -
Cortes permanentes de electricidad, inflación galopante, inseguridad. Los libios son víctimas del caos imperante desde la caída del régimen de Muamar Gadhafi, en 2011.
Con sus infraestructuras y economía devastadas, no obstante, el país norteafricano es muy rico en hidrocarburos y su población (siete millones) poca para gozar de los ingresos que podrían brindar las reservas de petróleo más abundantes de África.
Tras finalizar los combates, en el verano (boreal) de 2020, la designación en marzo pasado de un gobierno de transición alumbró una esperanza, por entonces inesperada.
Pero, la gente sigue sufriendo las consecuencias del racionamiento de electricidad. "Nada ha cambiado. Las promesas de gobiernos sucesivos nunca se cumplieron", afirma Nader al Naas, estudiante de 25 años, con el zumbido de un generador como música de fondo.
La situación es desastrosa, sobre todo en verano cuando los termómetros rozan los 40 ºC. Esto es aún peor para aquellos que no pueden permitirse comprar un generador. Como Ahmed (nombre ficticio), quien "duerme en la azotea de su edificio para escapar del calor insoportable" e "ilumina su apartamento con una linterna".
En el otro extremo del país, la escasez de energía altera la vida de los habitantes de Bengasi (este), cuna del levantamiento de 2011. Al margen de estos problemas durante años, ahora la región oriental conoce el calvario de vivir sin electricidad.
Osama Al Dalá, director de un mini-mercado, no oculta su abatimiento. "Estos cortes nos agotan, nos afectan psicológicamente, provocan pérdidas. Es necesaria una solución radical", afirma.
- "Infraestructuras decadentes" -
¿Cómo explicar los cortes permanentes? En un reciente informe, la Oficina de auditoría libia, organismo que controla las cuentas públicas, critica la mala gestión de la Compañía general de electricidad (Gecol), con proyectos inacabados e inversiones que "no aportaron nada para mejorar la red".
Un funcionario de la Gecol contactado por la AFP, culpó a "las infraestructuras decadentes desde hace una década, que requieren un gran mantenimiento".
Durante la ofensiva del mariscal Jalifa Haftar, líder militar del oeste libio, en su intento de apoderarse de la capital (abril 2019-junio 2020), se destruyeron centenares de instalaciones de alta tensión.
Empresas extranjeras han abandonado el país, retrasando la construcción de nuevas plantas. Los bandidos aprovechan este caos rompiendo cables para extraer el cobre, que venden en el mercado negro.
La producción es de "5.000 a 5.500 megavatios (MW) para una necesidad cotidiana de 7.000 a 8.000, en invierno y verano", de acuerdo al funcionario de la Gecol, bajo anonimato.
Actualmente, un consorcio germano-turco construye dos nuevas centrales eléctricas en Misrata (oeste) y Trípoli. Con una capacidad de 1.300 MW cada una, comenzarán el suministro durante el primer trimestre de 2022, añadió. Una tercera se contruirá en Tobruk (este).
Hasta entonces, el de los generadores portátiles seguirá siendo un negocio próspero. Se venden a partir de unos 400 euros (472 dólares) los menos potentes, hasta por varios miles los más eficaces
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