La presidenta brasileña, Dilma Rousseff, prometió ayer que "luchará hasta el último minuto" para impedir un proceso con miras a su destitución, pero la desbandada en su base de apoyo no cesa y compromete cada vez más su situación.
"Sé que los brasileños están de mi lado y que venceremos esta batalla", declaró Rousseff en alusión al proceso de votación que comenzará el viernes 15 en la Cámara de Diputados y definirá si el trámite para un juicio político llega al Senado, que tendrá la palabra final sobre el asunto.
Para que el proceso llegue a esa instancia, la oposición necesita una mayoría calificada de 342 votos de los 513 posibles en la Cámara de Diputados, que en caso contrario archivará la causa. Rousseff participó ayer en un acto público y dio a entender que el Gobierno tiene los 172 votos necesarios para impedir esa mayoría o que al menos los promotores del juicio no llegarán al número clave de 342.
El proceso de votación durará tres días y concluirá el domingo, por lo que Rousseff aseguró que la próxima semana, una vez "pasada esta página", convocará "un diálogo nacional con todos los sectores políticos, los empresarios, los trabajadores y todos aquellos que quieren un Brasil mejor".
La convicción de Rousseff fue refrendada por el ministro de la Secretaría, Ricardo Berzoini, quien declaró que el Gobierno "está trabajando muy duro en la recta final y hablando con cada uno de los diputados", a fin de impedir que se plieguen a la oposición.
Sin embargo, las cosas parecen cada vez más difíciles para el Gobierno, que ayer volvió a perder apoyos entre su propia base, que se ha ido encogiendo a medida que se acerca la votación en el pleno de la Cámara Baja. El Partido Social Democrático (PSD), que lidera el ministro de Ciudades, Gilberto Kassab, anunció que la mayoría de sus diputados se ha manifestado a favor de la posible destitución de Rousseff.