
El Gobierno brasileño consideró ayer "como un balón de oxígeno" la baja adhesión a las protestas que este domingo 13 demandaron la destitución de la presidenta Dilma Rousseff, aunque para la oposición se comprobó que "Brasil está indignado".
Las manifestaciones fueron convocadas por grupos ajenos a los partidos políticos tradicionales y, según la Policía, congregaron a unas 83.000 personas en un centenar de ciudades de todo el país.
Esa cifra fue contestada por los organizadores, que cifraron la asistencia en cerca de 400.000 personas, que aún así distaron mucho de los 2.5 millones de manifestantes que reunieron las protestas que esos mismos grupos habían realizado en abril y agosto pasado.
Según el opositor Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB), más allá del número, las protestas de este domingo "probaron que Brasil está indignado y que quiere el fin de este Gobierno".
El senador Aécio Neves, presidente del PSDB, argumentó que hubo "poco tiempo" para organizar estas manifestaciones, pues los grupos convocantes decidieron salir a las calles después de que, la semana pasada, la Cámara de Diputados inició los trámites con miras a un posible juicio político contra Rousseff.
"Aún con pocos días para organizarlas, las manifestaciones han comprobado que está vivo en gran parte de la sociedad el sentimiento de indignación y rechazo" al Gobierno, declaró Neves.
En el Ejecutivo, la baja adhesión fue recibida con cierto alivio, pero también con mucha cautela.
El resultado de las protestas fue analizado por la propia jefa de Estado en una reunión que sostuvo con una decena de ministros, la cual concluyó sin declaraciones a los periodistas.
No obstante, fuentes oficiales consultadas por Efe reconocieron que la escasa respuesta a la convocatoria fue casi como un "balón de oxigeno" para el Gobierno. "Alivia un poco la presión, aunque no basta para decir que está todo resuelto", dijo un portavoz de la Presidencia, en alusión a que el trámite de cara a un juicio político contra Rousseff puede ser reanudado esta misma semana.
En cualquier caso, la escasa convocatoria de las manifestaciones fue casi un regalo para Rousseff, quien ayer cumplió 68 años de edad sin muchas razones para celebrar.
Uno de los mensajes de solidaridad que recibió Rousseff llegó este domingo desde Argentina, y de un admirador no esperado.