"El que a hierro mata, a hierro muere", pero en la comunidad de Sepulturas, municipio de Puna, esa frase se transformó en una sentencia de muerte definitiva que arrasó con una familia entera. Solo una integrante sobrevivió.
Tres vidas fueron arrancadas de este mundo, no por el peso de la justicia, sino por el calor feroz de una multitud fuera de control. Un padre, una madre y un hijo, todos condenados, ya sea por las manos de otro o por el fuego de una turba que no dejó lugar para el perdón.
Hilarión Huaylla Espinosa, de 68 años, nunca imaginó que terminaría siendo consumido por el fuego de una venganza desbordada. Acusado de ser el autor del brutal asesinato de su esposa, Alejandra Mamani (62), y de su hijo, Ismael Waylla Mamani (33), Hilarión esperaba su audiencia cautelar en una estación de policía, pero la justicia legal nunca llegó. En su lugar, fue una justicia primitiva, cruda y despiadada la que decidió su destino.
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