
No fue clemente el sorteo de Roland Garros con el español Rafael Nadal, obligado a sacar su mayor nivel si quiere superar la primera ronda tras haber sido emparejado con el alemán Alexander Zverev.
Había un riesgo para el ganador de 14 ediciones del Grand Slam de tierra batida de caer contra un pez gordo en el debut de la que será su despedida de la arcilla sobre la que construyó buena parte de su leyenda.
Y el azar le fue esquivo, colocándole por delante un rival de peso, el 4 del mundo, en plena forma, como demuestra su reciente triunfo en Roma, y acostumbrado a tener buenos resultados en París, donde disputó las semifinales de las tres últimas ediciones.
El año no ha ido como Nadal esperaba. Las lesiones le siguieron torturando y el balear no tuvo el rodaje que quería, ni pudo recuperar ranking suficiente que le pusiera a salvo de rivales de entidad en las primeras rondas de París.
Ausente de Montecarlo, eliminado en segunda ronda de Barcelona, en octavos de Madrid y en segunda de Roma, el proyectil de Nadal no lograba cobrar altura y así llegó expuesto al sorteo de París donde todo el público francés sueña con una resurrección.