Coincidían sobre el césped de Londres dos formas de concebir el fútbol. La alegría de Klopp con la irritabilidad de Mourinho. La suerte de uno es la desgracia del otro y la victoria del Liverpool (0-1) condenó al Tottenham Hotspur en una tarde de contrastes en la capital inglesa.
El alemán, Klopp, puede permitirse un disparo al palo de Oxlade-Chamberlain en los primeros minutos y una salvada bajo palos del joven Japhet Tanganga. No necesita con desesperación que la pelota vaya dentro, lo contrario a Mourinho, que sabía que un disparo rodeado de jugadores desde la frontal era oro para su equipo. Escaso, necesario y muy valioso.
Por eso, cuando un centro no llegaba por centímetros a la cabeza de Firmino, Klopp se giraba a su banco, acortaba distancias con sus dedos y torcía el gesto esbozando una sonrisa. "Por qué poquito", parecía decir con una ironía casi increíble.