
Los ruidosos juegos de béisbol en Venezuela, costeables y llenos de cerveza, desde hace tiempo han sido el refugio de los aficionados ante la creciente crisis económica del país.
Ahora, un incremento del cuádruple del costo en los boletos de entrada ha representado un duro golpe al pasatiempo nacional. Este mes, la temporada inició ante estadios a la mitad de su capacidad y con peloteros que señalan que su dieta salarial diaria no es suficiente para comprar un almuerzo.
Durante un reciente encuentro nocturno, los arraigados seguidores del béisbol, que celebran lo que en Venezuela se define como la religión nacional, ocuparon apenas una tercera parte del estadio en el centro de Caracas.
La plaza de vendedores a las afueras del inmueble daba la sensación de un pueblo fantasma, que ha marcado gran parte de la vida venezolana mientras la nación comunista lidia con la mayor inflación del mundo y un severo desabasto de artículos importados. Durante el primer mes de la temporada, la asistencia promedio se redujo en 25% en el estadio con capacidad para 25.000 espectadores.
“No es sólo el costo de la entrada, es todo el gasto que hace una familia para su estancia durante el juego”, dijo Luis Rojas, director del Estadio Universitario de Caracas.