Las banderas de Potosí y Sucre tienen origen español; la wiphala, no.
Con esa frase se puede resolver la polémica que parece haberse instalado en mayo de 1945, cuando se reunió el I Congreso Indigenal Boliviano y, según una anécdota que habría referido Gastón Velasco, los emenerristas que participaron en él sugirieron adoptar el diseño de la etiqueta de un refresco para “crear” la bandera que hoy conocemos como wiphala.
Velasco era tipógrafo y habría sido quien diseñó la etiqueta de una bebida gaseosa llamada “champagne cola”, o “champancola”, que existió en la década de los ’20. Se trataba de cuadraditos de colores que convencieron a Hugo Lanza Ordóñez y Germán Monrroy Block porque, según Velasco, corresponderían con la estética aimara.
No solo Velasco manejó esa versión hasta el final de sus días sino también Lanza y así llegó hasta nuestros días como muestra de que la wiphala era un invento.
En la década del ‘60, la utilización de la wiphala se había extendido en el área rural de La Paz, o tal vez comenzaron a abundar los reportes sobre su uso. Coincidían con la aparición de los movimientos kataristas y sus primeras expresiones políticas, como el Partido Indio de Bolivia. Es más, el Movimiento Indio Tupaj Katari (Mitka) lo usó como su símbolo.
Frente a esas manifestaciones, y como la versión de la “champancola” parecía no surtir efecto, a fines del siglo XX surgió una segunda en el sentido de que la wiphala no era la bandera de los pueblos andinos ya que su origen estaría en los tercios de España. Como prueba de esa afirmación se mostraba la fotografía de uno de los cuadros de la serie de ángeles arcabuceros de Calamarca que habían logrado notoriedad gracias a los estudios de Teresa Gisbert.
Ver la fotografía del cuadro, en el que un ángel vestido con lujosa ropa española está envuelto con una wiphala, pareció ser suficiente para los detractores de la wiphala quienes daban por cerrada la polémica.
Pero la rueda de la historia seguía girando y, como ocurrió con los kataristas, la wiphala comenzó a utilizarse políticamente, por el Movimiento Al Socialismo (MAS), así que el debate volvió a subir de tono, especialmente después de episodios como la quema de esa bandera por parte de algunos efectivos policiales, en noviembre de 2019.
CON FECHA INCLUIDA
Cuando la polémica estaba en su punto más álgido, el portal católico Información de la Comunidad (Infodecom) publicó un artículo curioso desde su título, pues allí aparece un nombre propio: “José Diez de Medina: la wiphala”.
El artículo plantea que “la wiphala, ese estandarte multicolor, cuadriculado y ajedrezado, es originario de España. Su creación data alrededor del año 1530, cuando fue utilizado por los tercios españoles de Carlos I, vale decir, los regimientos de Infantería del Rey de España, contra Flandes y Holanda”. Pero existe un detalle fundamental: no presenta pruebas que sustenten su afirmación, salvo las líneas que señalan que “el Museo del Prado en Madrid conserva una pintura que data del siglo XVI, en la que un arcabucero empuña en una mano la bandera ajedrezada y en la otra el arcabuz”.
Esa misma versión se publicó en el portal Urgente.bo el 22 de febrero recién pasado, pero señalando que el artículo de José Diez de Medina apareció en el cibersitio de arte y cultura boliviana. Se agrega que “la hipótesis fue aportada por la historiadora Sayuri Loza quien dice que son varias las obras en las que se puede apreciar banderas de muchos colores o cuadriculadas, la más famosa, ‘La rendición de Breda’ de Velásquez y está otra ‘La rendición de Juliers’ de Jusepe Leonardo, donde se aprecia una bandera muy, pero muy similar a la actual wiphala”.
En este nuevo artículo se incluye declaraciones mías en las que advierto que hay wiphalas en el cuadro “La entrada del arzobispo virrey Morcillo a Potosí”, de Melchor Pérez de Holguín, que se encuentra en el Museo de América, en Madrid.
Como se ve, todas las pruebas apuntaban a España, pero no se tomaba en cuenta un detalle: giraban en torno a los siglos XVI a XVIII.
EN ESPAÑA
De los dos cuadros referidos por Loza, hay uno que pone a pensar a primera vista. Se trata de “La rendición de Juliers”, de Leonardo Jusepe, en el que se ve a una persona con armadura delante de varias banderas y una, que está atrás de todas, parece una wiphala. Podría ser el “arcabucero” al que se hace referencia en el artículo con el nombre de Diez de Medina pero no puede saberse, ya que la publicación no da más datos.
Pero una cosa es ver un cuadro en una foto y otra tenerlo en frente. En el Museo del Prado no solo está el cuadro sino también su diseño preparatorio, en el que no hay banderas. El hombre de la armadura no es un arcabucero sino Diego Felipe Mexía de Guzmán, futuro marqués de Leganés, y detrás de él hay un total de cuadro banderas. La de atrás tiene colores verde, rojo y azul, así que puede considerarse multicolor, pero no se sabe si es ajedrezada o listada, porque solo se ve la parte del asta cubierta por la tela. Todas son banderas de tercios.
El segundo cuadro, “La rendición de Breda”, uno de los más célebres de Diego de Velásquez, es menos complicado en cuanto a banderas porque solo hay dos y ninguna es multicolor. La principal es una ajedrezada pero en blanco y azul, que los militares españoles llaman “jaquelada”, como explicaremos más adelante. Un detalle que no tiene que ver con wiphalas es que el protagonista de ambos cuadros es Ambrosio de Spínola, ante quien se rindieron ambas ciudades. En uno y otro caso, las banderas son de tercios, porque corresponden a la época en que estos existieron en la historia de España.
LA CRUZ
“La banderas de los tercios son de muy diversos tipos”, dice, sin quitarse el barbijo, Gerardo López-Mayoral y Hernández, coronel del arma de infantería, como eran los tercios, y encargado de la Ponencia de Vexilología de la Subdirección de Asuntos Históricos del Instituto de Historia y Cultura Militar de España.
Vestido con un uniforme demasiado parecido al de los oficiales de policía de Bolivia, el coronel se desenvuelve con soltura y seguridad en la exposición permanente de banderas de España que fue inaugurada hace poco en el salón de honor del instituto ubicado en el Paseo de Moret, en Moncloa, Madrid. Es él quien explica que los tercios eran compañías de por lo menos 3.000 hombres, dirigidos por un maestre de campo que mandaba a entre 12 y 20 capitanes. Los capitanes estaban a cargo de 150 a 300 hombres que generalmente eran guerreros de experiencia.
“Cada capitán tenía una bandera distinta”, dice y agrega que, por ello, “un tercio podía tener 15 banderas distintas”, así que hubo un tiempo en el que había una gran profusión de esos símbolos. Quienes quieran encontrar aquí el origen de la wiphala podrían especular que la multicolor apareció en este periodo. “Hay una similitud. No le digo que no”, responde López-Mayoral, diplomáticamente, cuando se le pregunta específicamente sobre esa posibilidad, pero aclara que “no era muy normal que (los soldados españoles) llevaran banderas de tercios” a América.
Oficialmente, los tercios no marcharon a América, por lo menos no como compañías, ya que mantener una de por lo menos 3.000 miembros en sus campañas de Europa era excesivamente caro.
En el artículo de Infodecom se especula que “es posible, y más probable, que este estandarte haya llegado a la América con los pacificadores españoles enviados por la Corona, para dirimir posibles rencillas y luchas entre los conquistadores. Al Perú fue enviado el religioso don Pedro de La Gasca con contados tercios que participaron en la lucha entre los pizarros, que culminó con la ejecución de Gonzalo Pizarro y Francisco de Carvajal”.
Pero una revisión a todos los indicios que quedaron de las banderas de los tercios, repartidos en los museos militares de España, permite comprobar que no hay ninguna que tenga la disposición cuadriculada y multicolor, con los colores del arco iris, de la wiphala. Hay dos que se parecen, la bandera de las Navas de Tolosa, que presenta una composición heráldica a base de formas triangulares en rojo, azul, verde y blanco, y una bandera de infantería que aparece en una postal editada por el Museo Lerger, de Países Bajos, en las que los colores rojo, azul y amarillo parecen pequeños cuadrados pero, en realidad, tienen forma escamada y entre todos forman triángulos. Existe un denominador común en todas las banderas de los tercios: el aspa o cruz de Borgoña, que no existe en la wiphala.
“En la primera mitad del siglo XVI, durante el reinado de Carlos I al frente de la Casa de Austria, cada compañía lleva su propia bandera en la que figuraban normalmente las armas de su capitán sobre el Aspa de Borgoña”, dice Daniel García Fuente en su tesis doctoral.
“Lo que a nosotros nos consta es que las primeras manifestaciones que se conservan de una bandera similar a la wiphala son las pinturas de dos ángeles realizados por la escuela cuzqueña de pintura de entre los siglos XVII y XVIII. En ellas, estos dos ángeles llevan al hombro unas banderas a cuadros de colores”, agrega, por su parte, el secretario de la Sociedad Española de Vexilología, José Manuel Erbez.
Más contundente es el vicepresidente de la Fundación de Estudios Vexilológicos, Tomás Rodríguez, quien afirma que “la whipala no tiene conexión alguna con los Tercios (pues) un elemento fundamental en las banderas de los Tercios y del Ejército español es el aspa de San Andrés o de Borgoña, que la whipala no tiene”.
Y está el detalle definitivo, incluso la más antigua de estas banderas, la de Navas de Tolosa, que data del siglo XIII, es posterior a evidencias encontradas en el altiplano boliviano.
El español Rodríguez lo dice mejor que yo: “la whipala se basa en diseños de tejidos y pinturas prehispánicos”.
WHIPHAL KJARKHA
En julio de 2015, Limber Franco publicó un folleto de 30 páginas en el que incluye cuatro fotografías de igual número de objetos prehispánicos en los que se puede ver claramente la wiphala. Uno es una chuspa y los otros tres son qerus o vasijas.
En la chuspa o bolsa se ve cuatro wiphalas y cabezas de puma. El autor asegura que esta pieza se encuentra “en el museo de Brooklyn, Estados Unidos”, pero no especifica cuál. Las imágenes de dos qerus son inquietantes, porque muestran wiphalas pendiendo de lo que parecen mástiles, dando impresión que se trata de telas livianas. Una, en la que se ve a un guerrero portando la wiphala, supuestamente está en el Museo Arqueológico del Cusco, y otra en el Birmingham Museum of Art Alabama. Una cuarta imagen, de un tercer qeru, no consigna ubicación.
Ninguna de las piezas está datada, así que no se puede saber cuán antiguas son y a qué periodo prehispánico pertenecen; sin embargo, son indicios del origen precolonial de la wiphala.
Pero las referencias sobre esa antigüedad no son nuevas. Siete años después del I Congreso Indigenal Boliviano, y en plena efervescencia de la Revolución Nacional, Luis Soria Lenz publicó en El Diario que cerca de Copacabana, en La Paz, existe una peña ubicada entre los cerros Khopakati y Lokka que es denominada Whiphal Kjarkha, que significa “farellón de la bandera”. Allí está un pictograma con cuadros que, según Soria, sería una bandera tiwanakota.
Hasta allá fue el investigador José Eduardo Pradel Barrientos quien encontró el pictograma, lo fotografió y lamentó que el sitio esté tan descuidado por el Estado. “Según los autores Max Portugal, Ernesto Aliaga Suárez y Eduardo Ocampo Moscoso, la Whipala o wifpala, representa o significa cada provincia conquistada por los Kollas o reino del Kollasuyo, como características se asemeja a un tablero de ajedrez. Un pictograma con cuadrados coloreados o ejemplo de esta bandera, se encuentra en las faldas del cerro Phasan Kallani Pati, próxima al municipio de Copacabana, en una roca llamada Banderani”, detalla.
Uno de esos autores, Ernesto Aliaga Suárez publicó en 1971 que “los kolla poseían también un blasón o estandarte, que está pintando en muchos vasos y kherus, que se encuentran en las excavaciones, en ellos se nota la existencia de los colores del iris, algunas veces estilizado en tres colores (rojo, amarillo y verde)”.
Los ángeles de Calamarca
Helena Amelia Sanz Barriga es una médica cochabambina que vive en Guadalajara, Castilla-La Mancha, a casi 67 kilómetros de Madrid.
Más que el origen de la wiphala, le preocupa la seguridad que deberían tener las obras de arte del barroco andino que están en el templo de Santa María de las Nieves, en Calamarca, de donde ya se han robado algunos cuadros. Está inquieta porque dice que la única auditoria que se ha hecho a los bienes de ese templo es el inventario de 1728. Ha encontrado una pintura de Gabriel Dei, el arcángel que está envuelto en una wiphala, en el templo de San Francisco de Paula, en Uquía, Humahuaca, Jujuy.
Lo de Francisco de Paula parece una coincidencia. Helen es descendiente del último gobernador de Potosí, Francisco de Paula Sanz, aunque en su ascendencia también se encuentra Gregorio Barriga que, a su vez, sería descendiente de Mariana Carcelén, la esposa de Antonio José de Sucre.
“Pertenecen a esa iglesia desde hace siglos. El 2017 fue declarada patrimonio de la humanidad por la Unesco. En octubre del 2019 retiraron las pinturas como excusa de una restauración en la iglesia. Dicha restauración hasta ahora no termina y los ángeles no fueron devueltos”, advierte.
Hasta esta conversación, ella creía que el Gabriel Dei de Uquía era el único con la wiphala pero las fotografías de ambos permiten apreciar diferencias. Parece que son dos. Los Mesa determinaron que el autor de la serie de los ángeles de Calamarca fue José López de los Ríos, pero se ignora quién habría pintado el de Jujuy.
Los cuadros de Calamarca son aproximadamente de 1684, apenas medio siglo después de los de las rendiciones de Breda y Juliers. Los tercios fueron disueltos en 1704 por Felipe V.
Wiphalas de San Martín
El detalle final, y que pudo comprobarse en España, es que las banderas que se pueden ver flameando en la torre del templo de San Martín, en el cuadro “La entrada del arzobispo virrey Morcillo a Potosí”, son, efectivamente wiphalas.
La posibilidad surge desde que se ve la fotografía por primera vez pero, repito, una cosa es ver un cuadro en una foto y otra tenerlo en frente y solo pude confirmar que se trata de wiphalas al ver la espectacular obra de Melchor Pérez de Holguín en un lugar de privilegio del Museo de América, en Madrid.
La responsable del Departamento de América Virreinal, Ana Zabía de la Mata, afirma que el cuadro es una de las piezas más importantes del museo y, aunque este ha sido estudiado a lo largo de los años, no se había reparado en el detalle de las wiphalas.
La pintura es de 1716 y muestra la recepción que se hizo a Diego Morcillo Rubio de Auñón cuando llegó a Potosí en la doble condición de arzobispo de Charcas y virrey del Perú. Se lo muestra en un lujoso e impresionante cortejo que ingresa por la calle de la Zapatera, hoy calle Hoyos, y en el templo de San Martín, por donde pasa, hay cuatro banderas. Dos, que se encuentran por encima de toda la escena, son wiphalas. No tienen cruz de Borgoña y los colores predominantes son rojo, blanco y verde. Son banderas cuadriculadas, muy parecidas a la actual wiphala.
No tienen nada que ver con los tercios y flamean en un templo de indios, el de los lupacas. ¿Qué quiso decir Melchor Pérez de Holguín cuando las pintó así, por encima de todo? Es tarea para los estudiosos de historia del arte.
(*) Juan José Toro es past presidente de la Sociedad de Investigación Histórica de Potosí (SIHP).
(**) Este artículo es un avance de una investigación que el autor está desarrollando sobre el tema de las banderas y la wiphala.
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