Este miércoles se cumplen 50 años del “combate del siglo” entre los boxeadores estadounidenses Muhamad Ali y George Foreman en Kinshasa, en el corazón de África, un acontecimiento de resonancia planetaria que desbordó todas las fronteras al ser televisado en directo.
Pero el 50 aniversario de lo que en inglés se llamó “Rumble in the Jungle” (una rima que significa “retumba la selva”) va a pasar sin pena ni gloria: ni en la capital del Congo ni en Estados Unidos nadie parece haber reparado en la importancia de la fecha ni ha previsto celebraciones.
En Kinshasa, ni siquiera el Estadio 20 de Mayo donde se celebró el combate está en condiciones de recordar aquel evento, ya que el lugar se cae a pedazos. Tampoco parece que el Gobierno congoleño tenga interés en rememorar los años de Mobutu Sese Seko, el sanguinario dictador que acogió aquel combate para labrar su propia gloria personal y dejó al país en ruinas.
Esas fueron las tres razones que explicaron la resonancia de aquel combate épico.
George Foreman era en 1974 el campeón mundial de los pesos pesados. Su enorme corpulencia y su técnica de empujar paulatinamente a su contrincante hasta arrinconarlo contra las cuerdas lo habían hecho casi invencible, pero un avispado empresario llamado Don King tuvo la idea de que el muy popular Muhamad Ali retara a Foreman por diez millones de dólares, cinco para cada uno.
Había un problema: ¿quién podía poner en la mesa 10 millones? Don King, de raza negra como los dos boxeadores, pronto miró hacia África por la simbología que tendría ese combate en el continente negro, y se dice que el libio Muamar Gadafi pujó por acoger el combate, sin éxito.