La situación económica es insostenible. Las recetas que se recomiendan para superar la crisis no son aptas, por no ser idóneas. El deterioro económico más la incertidumbre política, hacen imposible el sostenimiento del statu quo, el país produce para subvencionar y desde el 2014 los presupuestos son ficticios, convirtiéndose en una trampa que estrangula cualquier posibilidad de desarrollo.
Desde que Arce asumió la presidencia, la política fiscal ha estado marcada por una negativa frontal a recortar el gasto público para contener el déficit. Según los últimos datos disponibles, el déficit hasta diciembre del 2023 y el acumulado durante 14 años roza el 72% del PIB, mientras que el pago de intereses trepa a más del 7,5%. El resultado final: un déficit público llevado al desastre por la irresponsabilidad y la ineptitud de Arce, como el decisor económico financiero final desde el año 2006.
Este expansivo déficit público vinculado a intereses cada vez más elevados ha empujado a los inversores, no solo a recelar de los pasivos estatales, sino a impedir inversiones en el país por la enorme desconfianza con este sistema económico creado por el “sabio” Arce. Paralelamente, el boliviano se halla en mínimos históricos: ya se necesitan más de 11.50 bolivianos para comprar un dólar, cuando durante 17 años ficticiamente bastaban 6.96. La intervención del Banco Central, se ha limitado a quemar millones de dólares de sus reservas en intento vano de frenar la depreciación.
La solución pasa, necesariamente, por un ajuste fiscal contundente que garantice la solvencia a largo plazo. Como la crisis económica financiera es macroeconómica, es decir estructural, no se la puede encarar con imprevisiones o medidas coyunturales. Solo negociando con el FMI un “Plan de Estabilización” podemos financiar el volumen aproximado de 5.000 millones de dólares que necesitamos, imposibles de obtener por otro medio por el alto índice de riesgo del país, hoy de 1830 puntos, justo delante de Venezuela, que ocupa el último lugar de confianza frente a los mercados financieros.
Arce, sin embargo, es reacio a dar ese paso por cobardía y compromiso ideológico. En lugar de imitar la vía de la responsabilidad presupuestaria que ha emprendido Javier Milei en Argentina, cuadrando las cuentas a fin de que los inversores recuperen la confianza, insiste en mantener un gasto público en expansión. Con su decisión de seguir creando empresas públicas que terminan deficitarias, sólo generara más fuga de capitales, más depreciación de la moneda, más inflación y acelerara el riesgo de insolvencia estatal.
En suma, Bolivia está atrapada en un círculo vicioso: déficit abultado, creciente deuda pública, gasto público sin reducción y depreciación creciente del boliviano, lo que, a su vez, alimentan la inflación y tensionan aún más las finanzas estatales. Mientras tanto, Arce gana tiempo, hipoteca a generaciones de bolivianos con mas prestamos, prefiere avanzar hacia el abismo causando más estragos en los bolsillos.