Aunque la mesa estaba servida -con llajua picante- incluida por las últimas deposiciones de la política nacional (sesión de la ALP en obscuras; RDN express, roja a los auto prorrogados y hasta la consulta del inefable Vice a… los mismos interesados despedidos que falta vuelvan a fallar en su propia causa, etc); no puedo pues con mi corazoncito chuqui loco y a la vista del disfrute que como siempre -más de cincuenta años van ya- ha desatado el espectáculo del Circuito Oscar Crespo Ciudad de Sucre, elijo transmitirles mis juicios o mejor, mis sentimientos, al respecto.
No sé que tendremos los chuquis además de nuestra proverbial locura que, conste en obrados, no la padecemos sino la disfrutamos cotidianamente; pero es inocultable que como parte de los fastos del primer grito libertario del continente nuestro Circuito se ha convertido en una fiesta del deporte tuerca que por su trascendencia ha superado ampliamente lo estrictamente deportivo para convertirse en un acontecimiento socio económico y cultural; es pues a esta altura del disfrute, otro patrimonio de la CAPITAL.
No conozco ningún otro acontecimiento popular similar que concite semejante expectativa y movimiento en diversos ámbitos, que no solamente dura un día sino desde el jueves -espectacular presentación nocturna de los binomios, aunque muuuy peligrosa en la Avenida de las Américas-; el viernes la clasificatoria y finalmente el orgasmo colectivo del sábado y domingo. Miles y miles de familias a lo largo de los 42 kilómetros del circuito no solamente van a ver la carrera, sino despliegan toda una cultura ciudadana traducida -sin la menor posibilidad de ser exhaustivo- en los pañuelos, bandanas, chamarras, etc con los que se alienta entusiastamente a los bólidos, la comida tradicional en cantidades industriales, las precauciones de auto seguridad, las transmisiones de los medios ahora con toda la tecnología disponible; los callejones humanos y, ni siquiera en Mónaco mutatis mutantis, el paso de los competidores por la hermosa zona colonial de la ciudad patrimonial, incluyendo la fabulosa curva de la Plaza 25 de Mayo con los costalazos y ronceadas aclamadas por el público. Hay que vivir y sentir, para entenderlo…
Pues bien, se cae de maduro (no me refiero al tirano impresentable) que así el estado del arte, el Circuito Oscar Crespo Ciudad de Sucre se ha convertido en un patrimonio cultural deportivo de la CAPITAL y del país que ha superado a lo largo de sus más de cincuenta años, todos los obstáculos habidos y por haber, fundamentalmente, por el amor que los chuquis y nuestros bienvenidos visitantes del interior y exterior del país, le brindamos.
No sé qué tendrá el evento o no estoy en condiciones de determinarlo dejándoles a los sociólogos, psicólogos, periodistas o poetas esa tarea, pero ese no sé que nos pone a todos empezando por los locos que estamos con permiso del Pacheco circulando en la bella ciudad y sus alrededores -Ej: imperdible ver en Yotalita el paso por el rio, kaskándole un chanchito con jugo de tumbo y sus panes deliciosos- no sé cómo; al extremo que pareciera que durante esa prácticamente semana, se vive para y por el circuito. La actividad de la ciudad queda absolutamente sujeta a sus circunstancias, pase lo que pase.
Con todo, insisto que todo ese disfrute que es un producto turístico, no está siendo debidamente explotado como se merece para generar riqueza, más trabajo y hasta captar dólares, que pese a la sinvergüenzura de quienes lo niegan, no aparecen. Peor aún cuando este año, las peleas entre distintas agrupaciones (para lucrar, al extremo que se han parcelado los cobros, etc) han puesto en incertidumbre por un lapso demasiado cercano su realización; impedido recibamos más competidores extranjeros y visitantes y, han en alguna medida deslucido el espectáculo, patéticamente por los directos interesados.
Los ingresos que el circuito genera para los organizadores (ahora 3) que son necesario para su organización, deben tener transparencia y por ello estar sujetos a un proceso de “accountability”. Me refiero a que esas 3 cabezas deben asumir responsabilidad de sus acciones, decisiones, comportamientos y desempeño, y especialmente, presentar públicamente rendición de cuentas documentadas y debidamente auditadas en un lapso no mayor a los 15 días hábiles del evento. Si bien se trata de organismos privados, el que reciban fondos públicos (es decir, de todos nosotros) y en las condiciones antes descritas que interesan directamente a la ciudadanía, obliga se tenga esa obligación, de forma que la siguiente versión sea mucho mejor no sólo en términos estrictamente deportivos sino de transparencia y confiabilidad. Hay que aprovechar ese nuestro fabuloso producto cultural vendiéndolo al mundo como producto turístico, con la debida “accountability”.
Mientras tanto, me quedo con aquello de Silvio RODRIGUEZ que aplica a nuestra locura colectiva tuerca: “Hay locuras que son poesía, hay locuras de un raro lugar. Hay locuras sin nombre, sin fecha, sin cura, que no vale la pena curar”.