Sucre volvió a las portadas de los diarios nacionales y también fue apertura en los telenoticiosos. Si no hubiera muertos de por medio, lo que amerita respeto por sus memorias, estaríamos hablando de moda, pero, como otras veces, es pasajera.
Dentro de pocos días, se hablará poco sobre la falta de previsión que derivó en las riadas que arrastraron automóviles y, con mayor facilidad, cuerpos de personas.
La atención periodística volverá a concentrarse en La Paz y, eventualmente, en Santa Cruz. La visión de las redes autodenominadas nacionales es centralista porque se enfoca en su sede, en su entorno, y luego recién ven más allá. Cuando hay tragedias, como la de Sucre, o hechos de violencia, entonces ponen su atención más allá del centro, en lo que para ellos es la periferia, le dan cobertura un día o dos y… vuelven a ser centralistas.
Sí. Esa forma de cubrir las regiones tiene que ver con los factores de interés periodístico, que privilegian proximidad y conflicto, pero no por eso deja de ser dolorosa.
Lo propio pasa en el exterior, que ignora a Bolivia, por lo general, y solo la toma en cuenta cuando hay gente causando estragos en las calles y las fuerzas de seguridad están soltando agentes químicos o metiendo bala.
Esa exclusión del país se advierte, por ejemplo, en las producciones cinematográficas o televisivas sobre la vida de Simón Bolívar. Como se sabe, el Libertador estuvo en Bolivia, donde cerró simbólicamente su campaña libertaria, pero las películas, novelas y series no muestran imágenes de su paso por nuestro país.
A mí me duelen esas exclusiones, al igual que a una limitada cantidad de personas, pero al resto le importa un pepino.
La exclusión se notó, también, en “Rompan todo”, el documental en el que Gustavo Santaolalla muestra su visión particular sobre la historia del rock en nuestro continente. Bolivia no está, ni a través de una simple mención, pese a que puso lo suyo en la evolución de ese género (y ahí está Wara, para confirmarlo).
O sea… si sumamos exclusión aquí con exclusión allá, y otra más acullá, veremos que Bolivia no existe para el resto del continente. ¿Duele, no? Así nos sentimos los habitantes de las regiones que no están en el eje central cuando solo nos dan importancia en las tragedias y conflictos. ¿Y el resto del tiempo?.. ¿no existimos?
Pero como la historia y la música parecen no ser muy populares, hagamos un esfuerzo de imaginación y pensemos en una eliminatoria al mundial de fútbol que no tome en cuenta a Bolivia. ¿La mayoría del país saltaría, no? Recién se hablaría de exclusiones y las redes hervirían con comentarios de gente indignada. Y eso también duele.