Si, en un plano general, los políticos se han desprestigiado en los últimos años, los bolivianos han llegado a niveles tan bajos que, incluso, han sido capaces de politizar la salud.
Desde luego, la politización de la salud no es una novedad. Lo hizo el anterior gobierno y lo que hace el actual es seguir esa práctica que ya se había hecho evidente desde hace años, cuando las designaciones en cargos eminentemente técnicos, para profesionales en la salud, dieron paso a las recomendaciones partidarias, hecho que llevó a la salud pública boliviana a los niveles en que se encuentra.
Y lo que está ocurriendo ahora con la pandemia del coronavirus no es una excepción.
Si bien el 2020 fue, indudablemente, el año de la pandemia, del confinamiento y del aprendizaje respecto a una enfermedad nueva, la covid-19, el recientemente iniciado 2021 apunta a ser el de la vacuna para ese mal, sin importar sus resultados.
Si alguna de las vacunas que comenzaron a administrarse desde fines del año recién pasado surte efecto, entonces estaríamos hablando del fin de la pandemia, como fue anunciado por el director médico nacional para Inglaterra en el Servicio Nacional de Salud del Reino Unido, Stephen H. Powis, el 7 diciembre, cuando la fórmula supuestamente inmunizadora comenzó a administrarse en su país.
Pero el gran detalle es que la vacuna que comenzó a aplicarse en el Reino Unido no es la única que se está empleando en el planeta. Existe una cierta cantidad de países, reducida, por cierto, que ha optado por una que fue producida en Rusia.
Esta última tiene el nombre comercial de Sputnik V y, según la información que publica en su cibersitio, “es la primera vacuna registrada en el mundo a base de una plataforma probada basada en vectores adenovirales humanos”. El Centro Nacional Gamaleya de Epidemiología y Microbiología, que es el que se ha encargado de la producción de esta vacuna, agrega que “actualmente se encuentra en la lista de la Organización Mundial de la Salud (OMS) entre las 10 principales vacunas candidatas que se acercan al final de los ensayos clínicos y al inicio de la producción en masa”.
La otra vacuna más conocida es la que fue producida por los laboratorios Pfizer y BioNTech. Esta es la que primero comenzó a administrarse en el Reino Unido y luego en otros países, especialmente de Europa. Al comenzar el año, por ejemplo, la vacunación arrancó en Dinamarca y la primera en someterse a ella fue la reina, Margarita II, de 80 años.
Hay dos detalles más a tomar en cuenta en el caso de esta última vacuna. La primera es que la propia OMS ha promovido el mecanismo Covax cuyo propósito es dotar de dosis de vacunas a por lo menos el 20 por ciento de los países, tomando en cuenta criterios de inclusión y de capacidad económica para su compra. En ese marco, sería la OMS la que, mediante ese mecanismo, dote a Bolivia de una cantidad de vacunas —el gobierno ha anunciado 6,5 millones de dosis— de la que el 20 por ciento estarían libres de costo.
Hasta aquí todo está claro, pero el detalle es ¿cuál será la vacuna a adquirirse? ¿La rusa o la otra? El gobierno ya ha anunciado que será la Sputnik V y la oposición cree que se opta por esta debido a razones políticas; es decir, por la afinidad entre los gobiernos de Luis Arce y Vladimir Putin.
Hasta ahora, la OMS no ha emitido una comunicación oficial sobre la vacuna rusa, pero apenas ayer la cadena CNN informó que ese organismo aprobó la de Pfizer y BioNTech para uso de emergencia, “allanando el camino para que los países de ingresos bajos y medios comiencen a inmunizar a sus poblaciones”. ¿Cómo reaccionará el gobierno boliviano ante esa noticia?