El presidente brasileño, Jair Bolsonaro, maniobra para que el Congreso elija el lunes a líderes que le permitan gobernar sin temer un "impeachment" y faciliten su reelección en 2022. A riesgo de convertirse en "rehén" de partidos que "cobran caro" su apoyo, advierten analistas.
En Brasil, los presidentes de la Cámara de Diputados y del Senado, que se renuevan cada dos años, determinan la agenda de votaciones. El líder de la cámara baja decide además si admite los pedidos de juicio político (“impeachment”) o si los guarda en un cajón.
Los candidatos apoyados por el mandatario ultraderechista son de una galaxia conocida como el “centrao” (el gran centro), de cuño conservador pero reputada sobre todo por aliarse con quien más les ofrezca en cargos u obras públicas para sus circunscripciones.
Muchos integraron la base de la expresidenta de izquierda Dilma Rousseff (2011-2016), pero cuando esta se vio debilitada votaron su destitución.
“El ‘centrao’ es fiel si hay condiciones para eso. Y ahora las condiciones no están dadas, con una economía extremadamente frágil y la popularidad de Bolsonaro en caída”, en plena segunda ola de la pandemia de coronavirus, afirma el politólogo Thiago Vidal, de la consultora Prospectiva.
“Su gobierno quedaría rehén” de ese bloque, añade.
61 pedidos de “impeachment”
La Cámara de Diputados acumula 61 pedidos de impeachment planteados por la oposición o por exaliados, artistas, juristas u oenegés que denuncian la participación del exmilitar en actos antidemocráticos o por crímenes ecológicos o contra las minorías.
Una veintena están relacionados con su gestión de la pandemia que ya dejó casi 225.000 muertos en Brasil. Bolsonaro negó siempre su gravedad, criticó las medidas de confinamiento y el uso de máscaras y cuestionó la eficacia de las vacunas.
A pesar de mantener una base importante, su índice de aprobación cayó de 37% en diciembre a 31% en enero y el de rechazo subió de 32% a 40%, según el instituto Datafolha.
En las últimas semanas, varias protestas y cacerolazos -incluso de grupos de derecha- piden su juicio político.
La erosión de su popularidad coincide con el fin de los subsidios que en 2020 permitieron a 68 millones de pobres sobrellevar la crisis.
Los mercados se oponen ahora a renovar esos subsidios y le exigen avanzar con su programa de ajustes y privatizaciones.
Bolsonaro, que a poco de asumir rompió con el pequeño partido al que había adherido para las elecciones, intentó gobernar con los lobbies religiosos, del agronegocio y de las armas.
Trató también, sin éxito, de fundar un partido. Y ahora precisa de políticos identificados con un sistema de ‘toma y daca’ del que había querido diferenciarse.
El presidente actual de la Cámara, Rodrigo Maia, del partido DEM (centro-derecha), impulsó el avance de los ajustes pero bloquéo la “agenda de costumbres”, contrariando a la bancada evangélica con la que Bolsonaro cuenta para ser reelegido.
“El gobierno está desesperado por apoderarse de la presidencia de la Cámara de Diputados. Desesperado por desorganizar la agenda de medio ambiente, desesperado por flexibilizar la venta y entrega de armas, entre otras agendas relacionadas con el respeto a la sociedad y a las minorías”, declaró Maia en diciembre.
Para sucederle, Maia apoya a Baleia Rossi, del Movimiento Democrático Brasileño (MDB, centro).
Pero Bolsonaro parece en condiciones de imponer a su candidato, Arthur Lira, del partido Progressistas (PP, derecha).
Durante los cabildeos, liberó partidas presupuestarias e indicó que podría volver a crear los ministerios de Cultura, de Deportes y de Pesca, convertidos en meras secretarías, para satisfacer al “centrao”.
“Si hubiera ambiente en el Parlamento –y por lo que todo indica, las dos personas por las tengo simpatía serán elegidas-, la agenda legislativa ya no estará trabada y podremos avanzar en muchas cosas. Quién sabe hasta volver a crear ministerios, esos ministerios”, declaró el jueves.
El sábado, sin embargo, cambió de parecer. “No está previsto, no es fácil crear un ministerio, [eso supone] burocracia, más gastos”, afirmó.
Para el Senado, Bolsonaro apoya a Rodrigo Pacheco (DEM), quien también -cosas de la política brasileña- cuenta con el respaldo del izquierdista Partido de los Trabajadores (PT), de los expresidentes Luiz Inácio Lula da Silva y Dilma Rousseff.
Bolsonaro afirmó que los proyectos para destituirlo “no llevan a ningún lado”. “Seguiré en esta silla hasta fines de 2022”, declaró.
El analista Sylvio Costa, de Congresso em Foco, descarta que el mandatario resuelva sus problemas imponiendo a “sus” candidatos en el Congreso.
“El ‘centrao’ cobra caro para apoyar gobiernos y eso crea más dificultades en el avance de la agenda legislativa”, afirma.
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