La volatilidad que experimenta el mercado cambiario argentino estos días, reflejada en la fuerte depreciación del peso respecto al dólar, agitó la política económica del Gobierno, que trata de disipar la incertidumbre de una sociedad muy dependiente de la moneda estadounidense.
Las alarmas saltaron el jueves 3, cuando la moneda argentina se depreció un 8,62 %, después del 3,12 % que ya había descendido el miércoles, y el dólar cerró a 23,30 pesos para la venta, cifra que dista de los 18,65 en los que se ubicaba el cambio a comienzos de 2018.
Esta situación hizo que a primera hora de ayer, el Banco Central volviese a intervenir, por tercera vez en una semana, para incrementar la tasa de política monetaria, esta vez, en 675 puntos, a 40 %.
La medida relajó ayer el mercado de cambios y el dólar abrió con una bajada de 70 centavos, hasta los 22,60 pesos para la venta.
"Este es un movimiento que podía venir, que no nos agarró por sorpresa, y que estamos perfectamente preparados para resolverlo sin inconvenientes", aseguró ayer el ministro de Finanzas, Luis Caputo, en una conferencia de prensa junto a su par de Hacienda, Nicolás Dujovne.
Caputo hizo hincapié en la necesidad de distinguir que esta situación "está pasando en muchos países emergentes del mundo" y recalcó que "Argentina está muy bien preparado para absorber ahora estos shocks" porque cuenta con un "mercado de cambio flexible".
En esa línea, Dujovne anunció que, con el objetivo de "ratificar el rumbo" de su política fiscal, el Gobierno reducirá su meta de déficit fiscal para este año del 3,2 % al 2,7 %, lo que, aseguró, le permitirá ahorrar 3.200 millones de dólares.
Dujovne insistió en el valor de "asegurar el sobrecumplimiento" del déficit "en un contexto como el actual", en el que, señaló, subió la tasa de interés en Estados Unidos, "las monedas emergentes se han depreciado" y hay "más incertidumbre doméstica derivada de la eventual presión fiscal que provendría de proyectos irresponsables que pretenden modificar nuestra política tarifaria".